Entre los años 1090-1046 se produce la llegada de los Almorávides y Almohades a la Península Ibérica. Estos son grupos nómadas bereberes del norte de África. Los musulmanes españoles les invitan a instalarse en la península para aumentar el número de soldados en sus ejércitos y revitalizar la práctica del Islam.
Reclamados por las taifas de Badajoz y Sevilla, principalmente, desembarcaron en la península los almorávides, soldados-monjes nómadas de las regiones del Sahara. Imbuidos de un profundo sentimiento religioso, los almorávides aspiraban a unificar nuevamente los territorios del Al-Andalus mediante una interpretación más rigurosa del Islam. La dinastía almorávide ejerció el control de los fragmentados reinos musulmanes de la Península entre los años 1090 y 1146. La progresiva relajación de sus costumbres religiosas obligó a que los gobernadores de las Taifas solicitaran nuevamente la ayuda exterior de otro grupo religioso-militar, los almohades, caracterizados por una interpretación del Corán más drástica.
Los almohades establecieron un vigoroso imperio que se extendía desde el centro de Portugal, la mitad sur de la península Ibérica llegando hasta Trípoli (Libia). El dominio de los almohades, que desembarcaron en Al-Andalus en el año 1145, empezó a debilitarse tras la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212 donde una coalición de reinos cristianos de la Península provocó la derrota del imperio almohade y marcó el principio del fin de la supremacía islámica en la Península Ibérica. Como consecuencia de la decadencia del imperio almohade, la taifa de Granada se reconstituyó como Reino plenamente independiente, formando el reino nazarí de Granada.