Conclusión
Aunque el origen de Madrid se remonta a las épocas prehistóricas, es en el siglo XVI, al convertirse en capital, que la ciudad comenzó a desarrollar una personalidad propia por su proximidad al poder real. En su condición de capital y sede de la corte, Madrid experimentó un desarrollo diferente al de otras ciudades españolas, lo que ha marcado su urbanismo y su percepción como ciudad.